J.R. Johnson mantenía un acuerdo de no competencia luego de venderle su sitio de Internet de viajes, VirtualTourist, a Expedia en 2008. Según lo pactado, no podía fundar un negocio nuevo en el rubro, pero eso no impidió que observara el desempeño de sitios de viajes generados por los usuarios.
El acuerdo expiró en el verano de 2011 y Johnson se dio cuenta de que, al momento de planear un paseo, confiaba más en las recomendaciones de sus amigos que en las páginas de Internet o las guías de viajes. Además, las redes sociales hicieron que compartir esos consejos fuera más fácil que antes. De esta manera, nació Trippy.
El acuerdo expiró en el verano de 2011 y Johnson se dio cuenta de que, al momento de planear un paseo, confiaba más en las recomendaciones de sus amigos que en las páginas de Internet o las guías de viajes. Además, las redes sociales hicieron que compartir esos consejos fuera más fácil que antes. De esta manera, nació Trippy.
En Trippy hay aplicaciones móviles y de Internet que le permiten a los usuarios hacer recomendaciones de hospedaje, restaurantes y atracciones a sus contactos de Facebook. “Tus amigos te conocen mejor, así que es muy improbable que si eres vegetariano, te refieran un estupendo restaurante de ensaladas”, señala Johnson.
Una vez que el itinerario está organizado, las personas pueden reservar su viaje a través del sitio, lo cual reduce los trámites. También los itinerarios se pueden compartir para que otros amigos los usen y ofrece la posibilidad de cargar fotos fácilmente para compartir el viaje con aquellos que ayudaron a planearlo.
El éxito previo de Johnson en la Web (VirtualTourist generó dividendos por US$18 millones antes de ser vendido a Expedia por un monto que no fue divulgado) le facilitó la tarea de reunir el dinero de otras personas para lanzar Trippy. Pero además de juntar fondos para volver a iniciar un proyecto, el emprendedor quería adquirir know how para fortalecer la idea.
Primero se acercó a Tim Ferriss, autor del libro The 4-Hour Workweek (La semana laboral de cuatro horas) para que lo asesorara. El experto no sólo aceptó, sino que quiso ser parte del grupo inversionista original. Por lo que Johnson y su equipo comenzaron a buscar en diversas industrias, como moda, música y negocios, para hallar inversionistas con amplia experiencia en viajar y, al mismo tiempo, que fueran hábiles en las redes sociales.
En noviembre pasado, Trippy anunció que había reunido un equipo de inversionistas por US$1.75 millones, encabezado por Sequoia Capital y True Ventures (con la participación de SV Angel); así como los inversionistas privados Tim Ferriss; el cantante Jason Mraz; Randi Zuckerberg (hermana de Mark Zuckerberg, creador de Facebook); el ex director de Groupon, Rob Solomon; el cofundador de LegalZoom, Brian Lee; y la estilista de celebridades, Rachel Zoe.
Johnson terminó en la envidiable posición de tener que rechazar inversionistas. “Fue de verdad muy difícil, porque me he hecho amigo de muchas de estas personas a lo largo de los años y básicamente tuve que decirles ‘lo lamento, no podrás formar parte de este equipo’. Me dolió más de lo que pensé”, dice. El dinero se empleará para construir una aplicación móvil que funcione más como el sitio de Internet y ofrezca fácil acceso de información a los amigos y datos sobre destinos.
El socio de Sequoia, Alfred Lin, piensa que Trippy puede significar el descubrimiento de una fórmula fresca para abrir un nicho en el mercado de los viajes. “La cantidad de información disponible en la Web es abrumadora. Mientras que usar las redes sociales para ayudarte a conocer una ciudad mucho mejor que si hubieras seguido la información atrapa–turistas es una excelente idea”, señala Lin. “Trippy apenas está empezando. Y nos entusiasman las posibilidades que tiene esta compañía”.
Lo que ellos quieren
Una idea genial basta para iniciar una empresa. La mayoría parte de un concepto y realiza el tránsito desde ahí hasta un producto viable mediante la autogestión, solicitando préstamos o con ahorros, creando prototipos y pidiendo favores. Y estos esfuerzos pueden conducir a la inversión externa. En otras palabras, los emprendedores necesitan construir algo y demostrar su valía antes de presentar su idea a inversionistas potenciales.
Por lo general, los inversionistas basan su decisión en tres criterios:
1. Producto. Para saber si tienes un producto, usa la “prueba del camión”: si mañana te atropellaran y murieras (que ojalá no suceda), ¿habría algo en la empresa que se pudiera vender? Si la respuesta es sí, felicidades: tienes un producto. Si es no, comienza a construirlo ya.
2. Personas. Los productos no se mueven sin gente, pues sin un equipo sólido que los gestione y administre, no son mucho más que sólo una idea.
3. Ganancia. O más bien, el potencial lucrativo que tenga tu producto es el gran ecualizador durante tu discurso inicial. Este elemento puede compensar puntos débiles como un producto poco desarrollado o un equipo de trabajo desconocido.
No olvides que un inversionista puede estar dispuesto a respaldar a un grupo que tenga un producto fuera de serie, incluso si sus integrantes están un poco verdes. En otros casos, emprendedores experimentados podrían obtener financiamiento sólo con un preproducto.
Finalmente, algunos conceptos excepcionales (como Google) tienen tan tremendo potencial lucrativo que los inversionistas están dispuestos a ser pacientes con el equipo y el desarrollo del producto. La clave para usar esta información en tu beneficio es saber dónde estás ubicado. Por lo tanto, en lugar de intentar alcanzar la fama como en un reality show, concéntrate en construir tu producto y ganarte tus medallas.
Fuente: Entrepreneur.